Diseño exterior: entre dos mundos y sin identidad propia

El diseño del GLB intenta conjugar elementos de vehículos icónicos de la marca, como el G-Klass, con un enfoque más urbano y funcional. El resultado es una SUV que parece indecisa: la parrilla frontal y las líneas laterales buscan transmitir robustez, pero los detalles cromados y los plásticos negros dan una sensación más utilitaria que premium.

Las dimensiones cuadradas responden a la necesidad de acomodar tres filas de asientos, pero estéticamente, el diseño trasero se siente desproporcionado. Además, el uso de llantas de 18 pulgadas con neumáticos que priorizan la eficiencia sobre el desempeño refuerzan que el GLB no es ni un todoterreno ni un vehículo lujoso.

Interior: tecnología avanzada, pero sin alma

El interior es donde Mercedes-Benz suele brillar, pero en el GLB se queda corto. La pantalla única que combina el tablero de instrumentos y la central multimedia es visualmente atractiva, pero su funcionalidad no compensa las críticas de usuarios que preferirían una interfaz más tradicional. Además, aunque el sistema MBUX sigue siendo un punto fuerte, la sensación general del habitáculo no alcanza el nivel de refinamiento que se espera de un vehículo en este rango de precios.

El espacio en la tercera fila es apenas funcional para niños pequeños, y con los siete asientos desplegados, el baúl ofrece ridículos 130 litros de capacidad, apenas suficiente para una mochila. Esto elimina por completo el argumento de practicidad que pretende vender.

Motor y desempeño: potencia desaprovechada

El motor 2.0 turbo de 224 CV junto con la tracción integral 4Matic debería ser suficiente para un desempeño ágil y versátil. Sin embargo, en la práctica, el GLB tiene un andar que, aunque cómodo, carece de carácter. La caja automática de 8 marchas hace un buen trabajo en suavidad, pero no transmite la sensación deportiva o dinámica que la potencia del motor promete en el papel.

En ciudad, el consumo de 10.2 litros cada 100 km es alto para una SUV compacta. Y aunque en ruta mejora a 6.1 litros/100 km, no compensa las limitaciones de su desempeño fuera del asfalto, donde el modo Off Road es más un truco de marketing que una solución real para terrenos difíciles.

Seguridad: completo, pero esperado

Mercedes-Benz equipa al GLB con un paquete de seguridad completo, pero no aporta innovaciones significativas frente a competidores que cuestan menos. Con la ausencia de pruebas actualizadas de choque para esta versión, la confianza en su seguridad se basa en el historial de la marca más que en datos concretos.

Conclusión: lujo a medias por un precio absurdo

El Mercedes-Benz GLB 250 4Matic pretende ser un vehículo que ofrezca todo: lujo, espacio y versatilidad. Sin embargo, falla en consolidarse en cualquiera de esos aspectos. Su diseño carece de carácter, el interior tiene detalles premium pero no justifica su precio, y su desempeño es apenas promedio en todos los terrenos.

Por 90.500 dólares, hay opciones mucho más equilibradas y con propuestas más claras en el mercado. Lo único que realmente destaca del GLB es la sensación de manejar un Mercedes-Benz, pero en este caso, hasta eso se siente diluido. ¿Vale la pena pagar por la estrella cuando todo lo demás es tan promedio? Definitivamente no.